“Dicen los viejos kahunas hawaianos que Dios creó primero el mar, luego la tierra y más tarde los fenómenos atmosféricos. Cuenta la leyenda que el mar se enamoró de la tormenta y la enamoró arrastrándola a las profundidades, y de ese amor nacieron las olas (nalu). Estas vagaron durante años por las profundidades y Dios las observaba muy contento. Tiempo después, Dios creó al hombre e hizo para él un paraíso volcánico. Pero al ver que el hombre de vez en cuando se sentía solo y desorientado, ordenó a las olas que lo buscaran. Ellas, alardeando de su energía, cruzaron los mares en forma de ondas hasta llegar a la costa. Al contemplarlas, el hombre se rindió ante tanta belleza y, en un gesto espontáneo de amor y desprendimiento, hombre y ola se fundieron en una danza sagrada, que se llamó choree, surf. La danza de alabanza a Dios entre el hombre, la tormenta y el océano”.
Mamala existió realmente, en una época en que la historia hawaiana se transmitía oralmente. Fue una famosa surfista y una de las Grandes Jefas de O’ahu. También era considerada una Kupua: una semidiosa/ heroína con poderes sobrenaturales que podía cambiar de forma a su antojo; podía ser una mujer hermosa, una lagartija gigante, un cocodrilo o un gran tiburón.
Según la leyenda, Mamala se enamoró de Ouha, el Hombre Tiburón, también Kapua como ella. Mamala y Ouha la pasaban muy bien juntos. Mamala surfeaba las más grandes olas de los mares turbulentos cuando los vientos soplaban con fuerza. La gente admiraba su habilidad con la tabla y su valentía.
Mamala y Ouha eran felices pero, un día, Honoka’upu, jefe de una plantación de cocoteros, quiso que Mamala se casara con él. Ella accedió y abandonó a Ouha, el Hombre Tiburón, por el humano Honoka’upu.
Ouha se enfadó y trató de hacer daño a la nueva pareja, pero finalmente se alejó de ellos y vivió en el lago Ka-ihi-Kapu. Allí aparecía como un atractivo hombre con una cesta llena de camarones y pescado fresco que ofrecía a las mujeres del lugar, pero luego se burlaba de ellas. Entonces, las mujeres tomaron revancha y un día ridiculizaron a Ouha. Él no podía soportar la vergüenza y la humillación. Renegó de su forma humana y tomó para siempre la forma de un tiburón.
Y así pasaron el resto de sus días separados, Mamala cabalgando olas y Ouha nadando en las costas de Waikiki.
Cuento de Hawai